Si la virtud de ser delicado requiriera esfuerzo, es probable que la delicadeza desapareciera arrastrada por la primera gota de sudor. Tal vez sea por ello que las noches con sabor a arándano que comparten Norah Jones y Jude Law en My Blueberry Nights, lleven el fino traje de la discreción.
My Blueberry Nights llega con cien años de retraso a nuestro país, merced a una inexplicable y desastrosa política de distribución, para dar tregua a los buscadores de rarezas y causas perdidas en Internet, y otorgarles la posibilidad de ver en el cine la última obra del inclasificable Wong Kar-Wai. Precedido por las aclamadas Deseando Amar y 2046, el resultado del aterrizaje del director chino en América puede llamar la atención por su aparente austeridad. Lejos de las obsesivas historias de amor que guiaban su carrera, Wong Kar-Wai se inclina por seguir el sendero de una joven desengañada, necesitada de una caricia en el pelo mientras vé lo que le rompió el corazón, pero también de recorrer Estados Unidos para descubrir quién es. Así, por el camino, la arrebatadora Norah Jones irá encontrándose a gente tan dispar como un extraño príncipe azul (Jude Law) que guarda las llaves dejadas por la gente en su bar; una ex-pareja en la que el alcohol media como juez del olvido; o una fría jugadora de poker (Natalie Portman) derrotada por la debilidad de su impecable sonrisa. Todos distintos e inspirados en sus interpretaciones, pero con la soledad como lugar más común de sus castigadas vidas.
A pesar de que la sencillez domina la esencia del relato, no debemos obviar que Wong Kar-Wai sigue siendo un riguroso creyente en la estética, y cuida la presentación de sus obras como si de un cuadro se tratase. Así, My Blueberry Nights está envuelta en una hermosa puesta en escena, en la que la fotografía se llena de luz y tonos cálidos, convirtiendo el metraje en un dulce pastel de mil colores y una gozada para la vista. Bien es cierto que la tendencia del director a enfatizar y ser ligeramente ostentoso aparece en algunos planos, y no siempre de forma necesaria, pero sería injusto no reconocer la mesura que rodea la película.
Hablé al principio de delicadeza, y a ella me vuelvo a referir para cerrar esta crítica. My Blueberry nights es a 2046 lo que una sonrisa a una estruendosa carcajada. Algo pequeño, invisible, que necesita ser visto para existir. Es también una inmensa reunión de gente sola, que encuentra la paz en el silencio, la mirada, el sabor de una tarta de arándanos, y un beso imposible con el que comenzar un nuevo día.
2 comentarios:
Según he leído tiene un estilo muy occidentalizado, para facilitar su digestión, eso no le hace ser menos "auténtica"?
Yo no creo que le falte autenticidad. El tono de la película es singular, en cuanto a que usa colores muy cálidos y marcados, y eso le da cierto aire irreal, pero no creo que tenga un problema de occidentalización. Más bien, creo que podemos decir que el director ha logrado que el Bronx y Las Vegas emitan cierto aire de sus anteriores películas, con lo que más que a occidentalizar su cine, se ha arriesgado a entrar en occidente sin dejar de pintarlo con su particular pincel.
Ante todo, es una película muy sencilla, y eso es lo que creo que la convierte en digerible, más allá de tener un estilo determinado.
Un abrazo, imaginauta.
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