septiembre 13, 2009

Desencanto

Al cruzar la frontera de los 28, uno empieza a sentir la cercanía del ecuador; de la equidistancia entre lo vivido y lo restante. Los recuerdos se funden con las expectativas, siendo muchos de ellos sueños sin cumplir, por cumplir o sencillamente olvidados. Llegados a este punto, recibimos en casa una invitación a la fiesta del conformismo, donde el traje más repetido es el del pragmático, donde idealismo suena a chiste de chiflados, y donde unos grilletes bien ajustados se encargan de marcar el ritmo de nuestro paso.

Mentiría si negara mi desencanto. El hombre, supuesto animal social, alimenta su caminar con viandas de autosuficiente convencido. Esa cualidad, innata en tantas personas, nos acerca a la indiferencia con la misma constancia con la que nos aleja de la sonrisa, la complicidad, la empatía, la disculpa, la autocrítica, el paso atrás, la humildad o la cercanía. Las charlas son pura esgrima, con ambos esperando a intervenir, sin escucharnos realmente. Los valores se invierten hasta convertir la anécdota en el centro, y lo trascendente en alpiste para jilgueros, pues es más fácil olvidar una guerra que una hora de más en el trabajo. Tal vez sea jugar a la defensiva, pero la vida tiende a ser vivida por uno, ignorando que nos pusieron en el tablero para contribuir a ganar una partida de la que todos somos parte.

Tal vez, el desencanto nace de esa lejanía que empiezo a percibir en mí mismo; esa resistencia al altruismo, y a ser parte de esa minoría que quiere vivir al resto con la misma intensidad que a sí mismos. Vivir debería ser sumar, pero tengo la incómoda sensación de vivir en la resta. Y no es porque me vaya mal, sino porque no siento que ayude a que al resto le vaya mejor. Y lo peor es que no me siento raro haciendo eso. Me siento uno más. De hecho, soy uno más. Hasta que dé un último paso, y esto deje de importarme.

Arquero Urbano

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vuelves a sorprendernos...

Brauls dijo...

Pues no te queda nada, moreno...28 no son nada...en el futuro, si dios quiere echaremos de menos los treinta, los cuarenta, los cincuenta...y en mi opinión no vamos a mejor. El género humano es despreciable y un virus mortal para el planeta y sus criaturas...Así que ajo y agua...y resina...mucha resina...