diciembre 05, 2008

Entrelazados

Debo deciros que desconozco el significado de la envidia sana. Es por ello que no sé si lo que he sentido esta tarde es envidia sana, o pura envidia. No me preguntéis la diferencia, porque la desconozco.

La escena fue breve, de mirada rápida o adiós. La contemplé a través del oscurecido cristal del autobús, mientras giraba en una rotonda para enfilar la calle de la biblioteca. Una pareja caminaba tranquila, muy cerca el uno del otro. Él señalaba el horizonte con su mano. Ella, asentía a su lado, con expresión sosegada. Tal vez hablaran por hablar, por rellenar el tiempo. Antes dije caminar, pero permitidme aclarar que paseaban. Lo que llamó mi atención fue cómo cayó la mano. Lo hizo con ligereza y sabiduría, segura de encontrar a su compañera al final del salto. Bastaron unos segundos para ver cómo los dedos se entrelazaban con la naturalidad con la que los árboles lloran hojas en otoño. Un instante después, los perdí de vista. Miré hacia atrás, pero sólo encontré vacío. Tal vez sería arriesgado decir que eran felices con tan poca información, pero he de decir que sentí envidia. Sana o insana, era envidia.

Arquero Urbano

1 comentario:

Anónimo dijo...

Has conseguido conmoverme y ser partícipe de esa envidia, sana o no.
Sigue observando (que no cotilleando).
Besetes.