febrero 11, 2009

Sonreir

Eran las 7:45 de la mañana cuando me detuve en medio de la Rambla de Catalunya, a la altura de la Calle Provença. Las calles empezaban a llenarse, invadidas por el trasiego de la gran ciudad. No sospechaba que unos segundos más tarde estaría embelesado, disfrutando de un momento de intimidad en medio de la marea humana. La magia llegó en cuanto lancé mi mirada rambla abajo, y encontré el horizonte teñido de dorado, rosado y gris oscuro, sirviendo de lienzo al amanecer. Esa habría sido la imagen más hermosa de mi rutinaria jornada de no ser por una koala.


Sí, a mí también me resulta imposible dejar de sonreir.

1 comentario:

imaginauta dijo...

Has encontrado la clave. Felicidad.