La magnífica "La Soledad", de Jaime Rosales, mostraba, a través de un recurso formal tan atrevido como la polivisión (división de la pantalla para mostrar una escena desde diversos ángulos), como era posible hablar sobre una cuestión de fondo desde la manipulación de la forma. En la anterior película del director español, sensaciones como la pérdida y el vacío parecían multiplicarse al dividirse la pantalla. Podría parecer paradójico, pero el recurso funcionaba. Tiro en la Cabeza, la nueva y comentada propuesta de Rosales, nos lleva a similares consecuencias. Es una de las películas más ruidosas que yo recuerde. Al menos, entendiendo el ruido como yo lo entiendo. Curiosamente, es una obra en la que no escucharéis ni un sólo diálogo.
Afrontar el terrorismo desde la óptica del cine es complicado. Hasta hoy, ha sido prácticamente imposible alejarse de posiciones morales o partidistas, que un día humanizan o deshumanizan al ejecutor, y otro día encuentran héroes en el bando que más interese. Rosales, con su película, muestra, en 80 minutos, un magnífico ejemplo de la reducción al absurdo. Mucho se ha hablado del conflicto etarra, y de la imperiosa necesidad de separar el debate político del conflicto armado para solucionarlo. Rosales da un paso que no debería caer en saco roto. El asesinato es absurdo por naturaleza. Había una necesidad imperiosa de aislarlo de discursos, y desnudarlo para que lo veamos en su más contundente expresión. El asesinato es el fin de todo, del ruido y del silencio, que es precedido por todo y que antecede a la nada.
El director de Tiro en la Cabeza muestra, pese a la introducción de nuevos códigos formales, un caminar semicontinuísta en lo que a su anterior obra se refiere. Volvemos a observar una realidad con un tono seco y desangelado. La interpretación (si es que puede hablarse de este término) sigue los caminos del naturalismo con convicción. Es tal su acercamiento a la esencia de lo real, que nos costará creer que no es la grabación real del dramático atentado de Capbretón. Rosales saca la cámara, y la expone a la crudeza del mundo. Alguno interpretará el día a día del etarra como un intento de humanizarle. Yo creo que ese día a día no es más que la ropa manchada por el disparo.
Tiro en la Cabeza es una película imprescindible, diferente, de recomendable visión para todos y cada uno de los habitantes de este país que se hacen preguntas sobre el terrorismo. Jaime Rosales vuelve a demostrar, con su inquieta mente, que el cine español esconde talento bajo su devaluada imagen pero, además, aporta una visión aterradora sobre uno de los temas más complejos y dramáticos que nos afectan. Un tiro en la cabeza es un tiro en la cabeza. Frío, crudo y real.
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