Llevo mucho tiempo convencido que, al pensar en el futuro, los humanos somos incapaces de concebir nada que no sea una proyección perfeccionada del presente. Tal vez sea esa una de las principales causas de nuestro inmobilismo, nuestra complicidad con el orden establecido, y nuestra absoluta despreocupación ante todo lo que no tenga que ver con nosotros mismos. ¿Cómo pensar en cambiar un Mundo en el que no podemos plantearnos nada que sea radicalmente distinto a lo que conocemos ahora? Vivimos asintiendo ante mil y una injusticias, ante el creciente poder corporativo, ante la mediocridad de los mal llamados líderes mundiales, y aceptamos que todo es así porque no puede ser de otro modo. Hace demasiado tiempo que el pueblo perdió -tal vez por desidia, tal vez por interés, tal vez por miedo- su jerarquía y, con ello, su capacidad para intervenir con decisión en la estructura del Mundo en que vivimos. Fue ese el momento en que enterramos la posibilidad de cualquier realidad que ahora somos incapaces de concebir.
Hemos olvidado lo que sucedió -sucede- en Irak con la misma velocidad con la que olvidamos al alarmante número de personas que mueren de hambre cada día. Aceptamos, nuevamente, y les negamos el obligado recuerdo que deberían tener cada día por nuestra parte. Ignoramos las guerras que pueblan el Mundo con el mismo desinterés con el que narran los atentados en el informativo. "¿Han dicho Pakistán o Afganistán?" Tal vez hayamos cambiado de canal, mientras lo preguntábamos. Es delirante que compremos zapatillas de marca mientras apadrinamos niños para limpiar nuestra conciencia. Es terrible que nos quieran proteger del integrismo islámico quienes lo practican en cuanto el tema se pone feo. Feo para ellos, entiéndase. Es incomprensible que el foco de interés de las tertulias en cualquier bar esté en el fútbol, en que se prohíban o no los toros, en que se deje fumar o en la nariz de Belén Esteban. Nadie habla de cambiar este Mundo. ¿Será posible? ¿No lo será? ¿Alguien tiene alguna idea? ¿Hola?
Como muestra de cómo estamos, ahí va un botón. Hace poco asistimos atónitos a una nueva comedia, en clave de humor, que tuvo lugar en Copenhague. Hablaban de llegar a un acuerdo para detener los efectos del calentamiento global. Llegaron a uno "de mínimos" para justificar las dietas. Yo dejaría el tema para cuando algún listillo de Harvard publique una tesis que concluya que "La ecología es rentable". O para cuando las encuestas de opinión otorguen votos a políticos por su compromiso con el medio ambiente. Cuando llegue ese momento, habrá hostias por aparecer en la foto de los interventores en la reparación de la Tierra. Algo similar podríamos decir del hambre que llena y vacía el planeta. Total, el futuro será como el presente, y no hay alternativa posible. Siempre estarán los organismos oficiales para arreglar o estropear el planeta ante nuestra contemplativa mirada.
Si somos cómplices de este desastre, es porque nos refugiamos en cientos de excusas ridículas, y no asumimos nuestro verdadero rol en esta historia. Unos dicen que "Cómo voy a preocuparme por eso con los problemas que ya tengo". Otros, que "Bastante tengo en mi trabajo como para llegar a casa y amargarme". La mayoría, apunta un inapelable "¿Y qué voy a hacer yo solo?". Son malos tiempos para los potenciales herederos del David que venció a Goliat.
Nuestra generación no merece el perdón de ningún Dios conocido. Dispone de lo que no ha tenido nadie, y es una red virtual que conecta el Mundo entero, que permite la comunicación, la organización y la expansión de cualquier mensaje. La palabra es poderosa, pero está en desuso. En lugar de organizarnos para cambiar las cosas, con un mínimo de decisión, perdemos el tiempo haciendo el imbécil, abriendo blogs tan intrascendentes y autocomplacientes como éste desde el que os escribo, y creando grupos virtuales en los que dejamos claro lo bienintencionados y progresistas que somos. Es un buen modo de acabar la durísima jornada que afrontamos a diario. Yo también debo estar en contra de las matanzas indiscriminadas de focas pero, si no os parece mal, dejaré lo de actuar para otro día.
Ya que soy parte de ese mundo que decide sobre el resto, creo sinceramente que debería entregarme a la policía por complicidad. Soy cómplice de genocidios, matanzas, injusticias, omisión y otras lindezas. Lo soy por mi silencio y mi cobardía. Igual somos algo más que cómplices, quién sabe. Igual deberíamos empezar a darnos asco, que es tal vez lo único que merecemos. Igual es la única forma de que reaccionemos. Igual, antes que todo lo que aquí se escribe sea olvidado, y nos acordemos que aún tenemos que ducharnos, y que mañana hay que llamar a un cliente, y que no hemos sacado la carne del congelador, y que hay que acostar al niño, y que... Y que, analizado friamente, tampoco estamos tan mal, ¿No?
No hay comentarios:
Publicar un comentario