Dentro del vasto universo de personajes, cuentos y fábulas adaptado por Walt Disney, siempre existió un hueco para los seres deshauciados, ajenos por naturaleza a la gloria y el heroísmo. Así, personajes como un elefante orejudo, un niño de madera o el pobre Quasimudo tuvieron su parcela de honor en el sagrado museo del mayor imperio de la historia de la animación. Resulta interesante ver cómo, años más tarde, los héroes de las obras de Pixar (un viejo juguete, una hormiga, una rata, unos monstruos de armario, un robot a un paso de ser chatarra..) son también, en su mayoría, representantes de excepción del inabarcable mundo de aquellos seres a los que difícilmente otorgaríamos el protagonismo de un cuento de hadas.
En 1995, el estreno de Toy Story supuso la presentación en sociedad del estudio Pixar. A pesar de las buenas sensaciones despertadas por una obra que podríamos considerar de culto, era difícil presagiar que John Lasseter y los suyos estaban asumiendo la mastodóntica tarea de tomar el relevo del propio Walt Disney. Han pasado casi 15 años desde entonces y, observar en su conjunto la sobresaliente aportación del estudio de California al mundo del celuloide, sólo puede dar como conclusión que han superado, con creces, el reto entonces establecido.
Up supone un nuevo desafío, en cuanto a que la nueva obra de Pete Docter (director de la ingeniosa Monstruos Inc) asalta el prometedor mundo del 3D. Con un inicio virtuoso, formado por varias secuencias encadenadas en las que el tiempo de toda una vida se condensa en un hermosísimo relato corto, el viejo Carl Fredicksen aparece en pantalla encerrando en su fatigada sonrisa el dilema entre el viejo entrañable y el cascarrabias. Más allá de profundidar sobre la innegable espectacularidad formal, o la calidad de la animación, Pixar sigue priorizando la narrativa a la hora de elegir el trazo de sus personajes. Es por ello que los ojos de Wall-e fueron el mayor logro de su última obra. Trabajar la expresión del anciano es tan importante como el preciosismo de los horizontes que el 3D permite presentar en pantalla. Son esos detalles, y la creciente madurez de sus historias lo que ha hecho que de un estudio de animación hayan ido saliendo, año tras año, obras de una grandeza extraordinaria.
Up es, además de un delirante cuento imposible, la historia de un anciano viviendo sus últimos días entre el recuerdo y la redención. Un punto de partida tan maduro parece insólito para una película de género como ésta. Una crítica reciente de Sergi Sánchez comparaba esta obra con "Una historia Verdadera", de David Lynch, y no me parece precisamente una comparación desacertada. Lejos de focalizar sus momentos más recordados en la acción o el clímax, la obra de Pete Docter se agiganta en la sencillez de dos momentos tan mágicos como íntimos. El primero marca el inicio de la obra y, como sucedía en Bambi o El Rey León, hace de la muerte el impulso para una nueva aventura que vivir, con la misma emoción con la que vivimos todas y cada una de las películas de Walt Disney. El segundo merece ser preservado, pero encierra en sí mismo una reivindicación de la vida como la mayor de las aventuras. Up detiene el tiempo en sencillos momentos que hacen imposible no sucumbir a la lágrima que provocan la pérdida y la nostalgia. Y eso, en una película de animación generada por ordenador, es demasiado meritorio como para dejarlo pasar.
1 comentario:
¡Ah! ¡Qué preciosidad de película! me pegué una llorera tremenda compensada por lo mucho que me reí...Totalmente recomendable
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