No cabe duda que uno de los mayores desafíos de gran parte de la sociedad europea -y aquí son válidos los ejemplos de Francia, España o Italia- es afrontar el reto de encajar las diferentes razas, esencias y culturas que ha incorporado el fenómeno migratorio con su férrea e inquebrantable tradición histórica. Es por ello que La Clase, de Laurent Cantet constituye, al margen de un magnífico ejercicio cinematográfico, un valioso elemento para cualquier discusión o debate que quiera hacerse acerca del impacto de la inmigración en la situación actual de muchos países.
Leyendo las notas de producción que acompañan la película, desarrollada íntegramente entre los prisioneros muros de un instituto de secundaria, observamos que el reparto de la misma está conformado íntegramente por alumnos, profesores y padres reales, que no interpretan a nadie más que a sí mismos. Éste no es sino el primer paso para la composición de un retrato realista y enérgico sobre el día a día de un aula de estudiantes tan heterogénea (franceses, marroquíes, caribeños, malíenses, chinos..) como estimulante. Dicho retrato lleva a que el guión, lejos de obedecer a unas pautas fijas, vaya construyéndose poco a poco a través de la interacción del tutor de dicha clase, François Bégaudeau, con sus alumnos y un sistema académico al que, en última instancia, debe someterse. Cantet, consciente de su responsabilidad como cronista, huye indisimuladamente de cuestiones morales, y se limita a ceder la palabra a los protagonistas, dejando al espectador una alejada butaca en la que entregarse al noble oficio de voyeaur de la realidad.
La Clase es la fotografía nada amable de una generación adolescente heterogénea, difícil, contestataria, desafiante y desorientada entre el arraigo que le ofrece su sangre y el que recibe de un país que no acaba de verle como parte de sí mismo. Además, es la constatación del cambio en el papel de un profesor que, lejos de hablar de Voltaire o Sartre, debe preocuparse más por hacer que sus alumnos hablen de sí mismos, con un estilo más cercano que disciplinario, y con la responsabilidad de contar, más que nunca, con el porvenir de unos muchachos que no lo van a tener fácil en la vida. Y no, no esperen un salvador o un profeta. El profesor también yerra y pierde los estribos, náufrago del dilema que enfrenta la autoridad y la disciplina con sus principios.
Son muchos los intentos que hacemos día a día por imaginar el presente y futuro de una sociedad multiracial, así como de examinar si las estructuras bajo las que actuamos están preparadas para un desafío tan importante. La Clase deja claro la importancia del desafío, sin hacer una lectura optimista -ni pesimista, simplemente real y madura- del mismo. Es aquí donde entra el papel del espectador. Cuando salgan del cine, deberán preguntarse qué han visto en Chérif, Wei, Arthur, Juliette, Souleymane, Khoumba o Esmeralda. Yo no ví un problema, sino una oportunidad. Ví tanta vida en ellos, que sólo cabe romperse la cabeza para que la canalicen como es debido. Y eso, como nos muestra el professeur François, es un reto para todos.
1 comentario:
¡Eres increíble!
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