Han pasado más de doce años desde el estreno de Titanic, y aún resuena en nuestros oídos la autoproclamación de James Cameron como Rey del Mundo. Hoy, con el estreno de Avatar, la ambición del director canadiense le lleva "tan sólo" a luchar por reinventar el cine.
Cameron y las imágenes imposibles
Resulta complicado evaluar un film como el que nos ocupa sin tener en cuenta las expectativas que lo han rodeado. Cualquiera que haya pasado hoy por una sala de cine, o que se haya detenido ante los seres azules que la omnipresente publicidad anunciaba, se habrá percatado que el de hoy no era un estreno normal. Tal vez sea ese el primer caballo de batalla de una película que ha prometido, con todo lo que ello conlleva, lo que casi ninguna se atrevería: La revolución sin paliativos del séptimo arte.
Terminator 2 y The Abyss significaron, en su día, importantísimos avances en la concepción de los efectos visuales como parte del cine. No es extraño que las dos películas de Cameron hayan sido utilizadas una y mil veces como referentes para obras como Jurassic Park, que hicieron que el cine lograra imposibles a la hora de plasmar seres y mundos irreales. Ya en 1997, con el estreno de Titanic, Cameron se atrevió con un desafío mayor: Convencernos a todos de que estábamos contemplando una catástrofe que había ocurrido ochenta años atrás. Lo que en películas precedentes -Volcano, Independence Day- chirriaba en pantalla como añadido superpuesto, se tornó desconcertantemente creíble en la narración del hundimiento del transatlántico.
Avatar, doce años después, llega para integrar de forma casi perfecta la captura de movimiento en el cine. El desafío que ha traído a Hollywood de cabeza durante los últimos años -véase el fracaso de Robert Zemeckis, con Beowulf o Polar Express- adquiere, con el film de Cameron, un verdadero punto de referencia, y abre el camino a que mundos y seres virtuales puedan trascender de una vez por todas la indiferencia y la frialdad, convirtiéndose, por fin, en partes armónicas de las películas en las que son integradas. La evolución que ha experimentado el cine desde el insoportable Jar Jar Binks hasta los hermosos Na-vi, nos ha llevado de caminos esperanzadores -Gollum- a la decepción continua -ya comentado el caso de Zemeckis-, pero podemos afirmar, sin demasiado temor, que James Cameron ha logrado que, por fin, podamos decir "Te veo", cuando un ser virtual nos mira a través de la pantalla.
Pocahontas y la neo-ecología, una excusa impecable para el cine espectáculo
Desde la primera escena, Avatar muestra sus cartas sin miedo aparente. Tras el impacto holográfico de las primeras imágenes en 3D, la película avanza por su narrativa de forma rápida para centrarse en impulsar sus excesos visuales. Maximizar o minimizar la evidente vulgaridad de la historia -que podría definirse como una reescritura de la historia de Pocahontas en clave de ciencia ficción- el ecologismo latente -es posible que Avatar sea uno de los primeros negocios de la neo-ecología, lo que daría la razón a aquellos que piensan que se ganará mucho dinero a costa de ¿salvar? el planeta-, o los problemas de Cameron para mantener el vigor de la película cuando se aleja del espectáculo dependerá, como adelantamos al principio, de lo que se espere de la película. En mi opinión, la historia es una mera excusa para no estorbar al verdadero propósito de la película, y un vehículo perfecto para montar un espectáculo apabullante -a pesar de alguna estridencia- para la vista.
Cameron ha creado Avatar para rendir culto al cine espectáculo, como ya hiciera con Titanic y, sobretodo, para abrir contundentemente la puerta al uso convencido de la captura de movimiento y la tecnología 3D. Un camino peligroso, pese a todo, pues el cine debe basarse en la coexistencia de distintas sensibilidades y técnicas. No sobra decir que sería una noticia alarmante que el 3D haya llegado para merendarse la esencia del séptimo arte.
Revolución y Reinvención
¿Es Avatar la revolución esperada durante años? ¿Reinventa el cine, como se ha dicho por activa y por pasiva antes de su estreno? Hay quién ha dicho, no sin razón, que los creadores de Avatar parecen haber puesto una cámara en Pandora, en lugar de generar ese mundo ordenador mediante. Tal logro, convertir lo imposible en posible, tocar con los dedos una realidad absolutamente ajena a nosotros, pero implacablemente poderosa en la pantalla, es lo que convierte a Avatar en lanzadera para una revolución visual que integre definitivamente lo virtual en el reino del cine. No es descabellado hallar una analogía entre el argumento del film y su propósito. La tecnología puede ser un cuerpo extraño en el que el cine pueda integrarse para llegar más allá. Pero era preciso, igual que en la película, que hubiera conexión entre el ser y su coraza. Sólo el tiempo podrá valorar si la revolución comenzó con Avatar, o si esta película simplemente fue el broche de oro a una era en la que los efectos visuales han tomado un protagonismo insospechado hace décadas.
Si hablamos en términos de reinvención, creo inútil iniciar un discurso que se cierra antes de comenzar. El cine no necesita reinventarse, pues lleva décadas siendo un cofre de sueños en el que lo irreal se vuelve real ante nuestros ojos, y en el que las imágenes -a veces creadas artesanalmente, a veces impulsadas por un discurso, a veces nacidas de la locura, y por fin mediante la tecnología más avanzada- hablan, comunican y destierran el apestoso olor de la realidad. Esa sensación de evasión transitoria nació hace mucho para perdurar, y es ajena a la reinvención que otros reclaman. Avatar amplía un camino que el paso de los años se encargará de ponderar. Pero el cine ya era cine, antes y después de los Na-vi. Y eso, es más que suficiente.
3 comentarios:
Buenas Ángel. Cuando la vea te diré qué opino, pero de lo que estoy seguro es que es difícil revolucionar el cine a estas alturas. Los que como nosotros hayan visto películas de los años 40 en adelante sabrán lo difícil que es dar un salto de calidad como para considerarlo revolución. A decir verdad, con que sea una buena película y entretenga... ya tengo bastante.
Saludos crack
Rafa Cañas
El cine espectáculo, para perdurar, debe ser más lo primero que lo segundo. 'King Kong', ejemplo claro. Para mí, sin duda alguna, el esfuerzo por conseguir una película espectacular llegó al límite con 'LOS DIEZ MANDAMIENTOS, 1956', de tal manera que todos los que la vieron en su niñez la recuerdan. Si este hombre, Cameron, intenta copiar a DeMille y lo consigue, bienvenido sea.Reinventar el cine... mejor no, por ahora. Se trata de adaptarlo a los tiempos y los gustos actuales, que no es fácil. Si el cine se adapta a su época, como siempre lo ha hecho, seguirá siendo la maravilla que es desde que existe como tal.
No puedo decir otra cosa que calificarla de gran pelicula!!
Publicar un comentario