Leyendo algunas de las opiniones registradas en las últimas fechas sobre El Luchador, uno siente que la película llega acompañada por un cambio en el concepto que parte de la crítica tiene al respecto de su director, Darren Aronofsky. Lo que en el año 2000 fueron descalificaciones para el magistral retrato sobre el infierno de la drogadicción que representó Requiem por un Sueño, se han convertido en halagos ante el giro hacia la austeridad que representa El Luchador. Uno se pregunta el por qué del rechazo hacia el cine experimental que evoca una parte de la crítica, defensora incansable de una visión del séptimo arte que condena todo aquello que rompa los cánones del cine clásico. Es posible que el acomodamiento de dicho sector, acompañado por una inadaptabilidad a los nuevos tiempos y una indefendible pereza, esté detrás de todo ello. En estas condiciones, no sorprende que ver a Aronofsky defendiéndose en terrenos mucho más convencionales que los explorados hasta ahora sea celebrado por quienes le mandaron al paredón en su día.
El Luchador es, ante todo, el retrato de un perdedor. Mickey Rourke, renacido de sus cenizas para protagonizar el mejor papel de su carrera, se basta para llevar sobre su enorme espalda el peso de una película que enfoca la derrota como consecuencia irreversible de una gloria imposible de perpetuar en el tiempo. En su inútil camino redentor, Rourke se verá reflejado en una stripper amenazada por el paso de los años, constituyendo éste el penúltimo apeadero antes de enfrentarse a una decadencia física y moral tan contundente como imposible de salvar. Aronofsky aprovecha la jugada para penetrar en un mundo tan superficial y desconocido como el del Wrestling profesional, adoptando una perspectiva neutra, más propia del curioso que del denunciante, y sacando a la luz lo que sabemos desde hace años : que el wrestling es un show en el que el apaño sólo puede competir con la fecha de caducidad.
Tras haber visto a Darren Aronofsky experimentar con Pi, asombrar con Réquiem por un Sueño, y fracasar con la soporífera La Fuente de la Vida, la aparición de El Luchador puede constituir un interesante acontecimiento para quienes hemos seguido su carrera con interés. El Luchador, notable película sin lugar a dudas, puede ser un impás, o un punto de inflexión hacia lo que muchos considerarán como "la madurez del cineasta". Yo siempre preferiré al director arriesgado que al convencional, pero Hollywood es un lugar donde, entre otras cosas, también hay que ganarse la vida.
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