enero 27, 2009

¿Y si Obama...?

Confieso haber relativizado, tanto en mis conversaciones como en mis reflexiones, la hipnótica figura política de Barack Obama. A pesar de la energía de sus discursos y el progresista contenido de los mismos, mi desconfiada mirada hacia la mentalidad anglosajona me hacía pensar que, tras el maravilloso maquillaje renovador, había un trasfondo conservador que iba a ser imposible de vencer en la puesta en práctica del ideario. ¿Era osado comparar a Obama con la izquierda progresista, o su realidad estaba más cercana a lo que aquí llamamos centroderecha? No podemos aún responder a esa pregunta, pero debo reconocer sin paliativos que los inicios de Obama están desafiando mis expectativas más optimistas.

En tan sólo unos días, su plan (como presidente, no como candidato), ha incluido un autocrítico y enérgico discurso de investidura, el anuncio del cierre irrevocable de Guantánamo, la llamada urgente a la política multilateral (sin rehuír un liderazgo que se le presupone y exige), e incluso la intención de desafiar la Crisis Económica a través de la implantación de la llamada “Economía de la Energía”. Sí, amigos. El presidente de los Estados Unidos de América maneja la transgresora idea de invertir en energías renovables, crear valor añadido para la economía a través de la protección del medio ambiente, e incluso tratar de arrastrar a China y la India a una puesta en común global de dicho sistema.

Cabe pensar que, en un contexto económico en el que incluso las más potentes industrias están siendo sacudidas por la crisis, Obama puede gozar de cierta independencia a la hora de llevar a cabo su plan de medidas. ¿O no es razonable pensar que la influencia de un mastodonte herido que necesita a su presidente es menor que la de un mastodonte altivo que no deja actuar a su presidente? Hay algo cierto, y es que, en este momento, prima la sensación que todos estamos pendientes de Obama. Si me apuráis, más que del presidente que cada uno albergue en su nación. ¿Por qué razón? Hay una obvia necesidad de esperanza pero, además, puede que Obama esté inaugurando una ideología que no existía.

Veo en el discurso del nuevo presidente madurez, sensatez, modernidad, convicción, autocrítica, progresismo y una implacable comprensión del mundo en el que vivimos. Tiempo habrá para medir a Obama, pero no veo en él el populismo exagerado de la izquierda conocida, ni el rancio gesto de la derecha neoconservadora. Obama, ante la crisis, llama a la esperanza, pero también al esfuerzo. Parece decidido a liderar un plan mundial, pero también quiere dejar claro que si queremos salir de ésta, nos toca arrimar el hombro. En el ideario de Obama, la población, además de eslabón al que proteger, es un componente innegociable a la hora de luchar.

A pesar de este esperanzador retrato de los primeros días del presidente, no quiero bajar la guardia por el momento. No obstante, me hallo sorprendido, y lo proclamo. Hoy os traslado la pregunta que me hacía esta mañana, y con ella termino. ¿Y si resulta que Obama, al final, está capacitado para reinventar el Mundo en el que vivimos?

enero 25, 2009

La Clase (Entre les Murs)

No cabe duda que uno de los mayores desafíos de gran parte de la sociedad europea -y aquí son válidos los ejemplos de Francia, España o Italia- es afrontar el reto de encajar las diferentes razas, esencias y culturas que ha incorporado el fenómeno migratorio con su férrea e inquebrantable tradición histórica. Es por ello que La Clase, de Laurent Cantet constituye, al margen de un magnífico ejercicio cinematográfico, un valioso elemento para cualquier discusión o debate que quiera hacerse acerca del impacto de la inmigración en la situación actual de muchos países.

Leyendo las notas de producción que acompañan la película, desarrollada íntegramente entre los prisioneros muros de un instituto de secundaria, observamos que el reparto de la misma está conformado íntegramente por alumnos, profesores y padres reales, que no interpretan a nadie más que a sí mismos. Éste no es sino el primer paso para la composición de un retrato realista y enérgico sobre el día a día de un aula de estudiantes tan heterogénea (franceses, marroquíes, caribeños, malíenses, chinos..) como estimulante. Dicho retrato lleva a que el guión, lejos de obedecer a unas pautas fijas, vaya construyéndose poco a poco a través de la interacción del tutor de dicha clase, François Bégaudeau, con sus alumnos y un sistema académico al que, en última instancia, debe someterse. Cantet, consciente de su responsabilidad como cronista, huye indisimuladamente de cuestiones morales, y se limita a ceder la palabra a los protagonistas, dejando al espectador una alejada butaca en la que entregarse al noble oficio de voyeaur de la realidad.

La Clase es la fotografía nada amable de una generación adolescente heterogénea, difícil, contestataria, desafiante y desorientada entre el arraigo que le ofrece su sangre y el que recibe de un país que no acaba de verle como parte de sí mismo. Además, es la constatación del cambio en el papel de un profesor que, lejos de hablar de Voltaire o Sartre, debe preocuparse más por hacer que sus alumnos hablen de sí mismos, con un estilo más cercano que disciplinario, y con la responsabilidad de contar, más que nunca, con el porvenir de unos muchachos que no lo van a tener fácil en la vida. Y no, no esperen un salvador o un profeta. El profesor también yerra y pierde los estribos, náufrago del dilema que enfrenta la autoridad y la disciplina con sus principios.

Son muchos los intentos que hacemos día a día por imaginar el presente y futuro de una sociedad multiracial, así como de examinar si las estructuras bajo las que actuamos están preparadas para un desafío tan importante. La Clase deja claro la importancia del desafío, sin hacer una lectura optimista -ni pesimista, simplemente real y madura- del mismo. Es aquí donde entra el papel del espectador. Cuando salgan del cine, deberán preguntarse qué han visto en Chérif, Wei, Arthur, Juliette, Souleymane, Khoumba o Esmeralda. Yo no ví un problema, sino una oportunidad. Ví tanta vida en ellos, que sólo cabe romperse la cabeza para que la canalicen como es debido. Y eso, como nos muestra el professeur François, es un reto para todos.

enero 19, 2009

Woody

Echo un vistazo a mi ordenador, y veo en su carcasa las ropas raída de Woody, el inolvidable juguete de Toy Story. El gris oscuro de la torre oculta la sombra de un chaleco, un sombrero y hasta una inicial pintada en la suela del zapato. Oigo el ventilador, tosiendo polvo de cinco años, desafiando los elementos para seguir funcionando, y recuerdo la voz hueca del vaquero de juguete. Me siento en la silla giratoria, toco levemente el monitor nuevo -el anterior sucumbió, fatigado de mostrarme millones de imágenes que, tristes o alegres, eran mías- y acaricio las teclas erosionadas para buscar un nuevo ordenador que comprar. Mientras me dejo tentar por los futuristas e hipnóticos diseños de Apple, Woody saca su orgullo, gruñe inquieto, llama mi atención, y me susurra que Buzz Lightyear y sus vuelos hasta el infinito pueden esperar unos meses más. Le miro, como el niño que resiste a tirar su viejo peluche, mientras imagino como quedará el nuevo juguete en su puesto. Me pregunto si podrían convivir, como Woody y Buzz.

Había descuidado la disquetera, una de las últimas de su especie, o la alfombrilla del ratón, que lleva casi cinco años sosteniendo mi muñeca mientras muevo el ratón por la pantalla. Tal vez sea ese el problema. Han vivido conmigo lo que son cinco años. Me han visto acertar y equivocarme. Creo que Woody me conoce ya demasiado. En todo caso, debería saber que nunca olvido a los buenos amigos. Que aunque pase el tiempo, y llegue Buzz Lightyear, para mí siempre será Woody. Y como es Woody el que me sirve para escribir, tal vez sean estas sus palabras. ¡Saluda, Woody!

enero 15, 2009

Mi Nombre es Harvey Milk

En Mi Nombre es Harvey Milk confluyen, de manera aparentemente contrapuesta, la estructura casi perfecta de una película oscarizable (estructura de biopic, fecha de estreno cercana a la gala, Sean Penn ejerciendo brillantemente un rol principal, América como telón..) con la inquieta mente de un director tan interesante e inquieto como Gus Van Sant. Afortunadamente, el choque de dos esencias tan dispares deriva en uno de los más interesantes y conmovedores retratos que nos ha mostrado el cine últimamente.

Tal vez sea la fuerza del personaje, o el contraste que puede resultar entre la contagiosa energía de la película y la mediocridad impasible de nuestros tiempos, pero el caso es que la intensidad que emana la obra tapa cualquier atisbo de trivialidad que podamos observar en ella. Es posible que lo más desolador del film de Van Sant no sea hacer un viaje a una América donde el movimiento gay comenzaba una difícil lucha política que hoy continúa, sino meditar sobre la escasa esperanza que mueve hoy un mundo con posibilidades de luchar, y compararla con la fé con la que Milk y los suyos lucharon contra todo el que se les pusiera delante. Si algo cabe reconocerle a Van Sant es su innegable éxito al capturar la esencia e intensidad de los matices de los 70, y lograr que la película emane, desde la austeridad, el arrollador aroma de la revolución. Partiendo de un austero y certero ejercicio estético, Van Sant usa como arma principal el talento de un inspirado Sean Penn, pero lo acompaña con su habitual fuerza escénica (el asesinato de Milk podría formar parte de los secos y fríos crímenes de Elephant) y un guión tan ágil como preciso.

En conclusión, podemos afirmar que, tras su paso por un cine más alternativo que ha dejado obras tan importantes como Elephant o Last Days, el regreso de Gus Van Sant a los terrenos más populares y efectistas de Hollywood se salda con una magnífica reflexión sobre la importancia de la esperanza en los tiempos difíciles. Es posible que, con lo que se avecina, sea imprescindible recordar lo que significa luchar por algo hasta las últimas consecuencias. Es posible que el Mundo necesite a muchos Harvey Milk.

(*) La penúltima obra de Van Sant, Paranoid Park, sigue olvidada en algún cajón, esperando el rescate de alguna filmoteca que se digne a proyectarla en España.

enero 09, 2009

Frío

Al pisar la oscura calle, el frío tomó forma de daga, y pasó su filo por mi rostro. Fue entonces cuando cometí el error, refugiándome bajo mi bufanda. Tras tantos años sin invierno, había olvidado que el frío es conquistador, se mete bajo la piel, te estremece y se niega a salir.

El frío, en mi pensamiento, fue el estallido de mil cristales, un soplido blanco que llenó mis manos de heridas, y sonó en mi oído como la nota más aguda del piano. Ya de vuelta a la ciudad, observé a la gente, y no ví sus caras. Ví pashminas, bufandas, gorros y abrigos abotonados hasta el infinito. Vi manos escondidas en los bolsillos, buscando calor. Vi personas sentadas, aturdidas, con la nariz enrojecida y la mirada acuosa y magullada. Vi el presente, con calles que se hacían largas a cada paso que daba, albergando abrazos desafiantes y refugios deshabitados. En aquel momento, cerré los ojos, y ví el pasado, con mi madre portando el mismo abrigo verde cada año, zurciéndolo para que el dinero no se perdiera, y la ropa nueva fuera para mí. Al final, esperaba el regreso a casa, la ducha caliente, los calcetines gruesos, y el arropo de una manta bajo la que abandonarse. Fue aquel momento breve, casi minúsculo, en el que un tazón de caldo esperaba en la mesa, para ser acariciado por mis pequeñas manos. Entonces, como por arte de magia, el frío desapareció.

Arquero Urbano.

enero 06, 2009

Mensaje a Israel

Ante la anodina e inútil diplomacia que se ejerce desde Occidente y la Arabia más rica e inmoral, ante la cobardía y cómplice pasividad de la ONU, ante la lánguida petición de Alto al Fuego por parte de muchos dirigentes, ante la agotadora obsesión de Nicolas Sarkozy por salir en la foto, ante la utópica esperanza de que Hamas recapacite y deje de vender mezquinamente la vida de los suyos, ante las dudas de un Barack Obama que se arriesga a decepcionar desde el primer día a quienes le han votado, ante la alarmante falta de conciencia general, y ante la nula respuesta que está dando el Mundo a lo que pasa en la franja de Gaza, quiero utilizar este espacio en nombre de los inocentes que están perdiendo allí sus vidas para mandar un rotundo y breve mensaje al Estado de Israel, puesto que es el único actor que puede detener esta locura.

BASTA YA.

No puede exigirse seguridad y libertad desde el disparo ciego, el castigo atroz y la muerte. No se puede condenar a un millón y medio de personas a ser enjauladas en una trampa sin darles la oportunidad de salir de ella y vivir. ¿Qué autoridad moral le queda a Israel para maldecir el integrismo islámico tras lo acaecido en Gaza? ¿Cuándo va a ser redefinido el terrorismo para que podamos incluir a muchos Estados en su envenenada concepción? Si la manera de luchar contra el terrorismo es responder a la piedra con devastación, es el momento de hacerse preguntas sobre el terrorífico absolutismo de Estados como Israel. Juro por lo más sagrado que le temo más que al terrorismo reconocido por las leyes.