diciembre 30, 2008

Dos mil ocho

Una voz amiga me susurró que escuchara el Canon de Pachelbel con los ojos cerrados, y me sentara pacientemente a esperar el tren de los recuerdos. Tendido en mi lecho, con la música chispeando en mis oídos, ví ante mí una pasarela enorme, mecida sobre el infinito por cuerdas invisibles, cuyos extremos colgaban de estrellas que no alcanzaba a ver. Comencé a caminar despacio, acariciado por la delicada melodía del arpa, y animado por un horizonte tan azul como un cielo pintado a acuarela. Los pasos fueron haciéndose firmes con el punzante atravesar de los violines. A la derecha, ví mi cuerpo tirado en una orilla, recién escupido por un mar embravecido. El sabor de la sal y la amargura se mezclaron en mi paladar. El horizonte era negro, maldito y con el mañana como imposible. Un reloj dominaba el cuadro, y marcaba una hora que falleció hace más de trescientos días. Un año ha pasado, y aún no era consciente.

Seguí caminando, hasta ver grabada una pintura en una extraña pared. Era yo, incorporándome del suelo con la fatiga del viajero. Ya no recordaba aquella barca, alquilada a bajo precio en el embarcadero del estanque de aguas tranquilas. Me contemplé eligiendo la nada al dolor, y el exilio a la aventura. Allí pasé largos meses, mirando a las aguas, hasta que el reflejo dejó de ser turbio y me devolvió mi sonreir.

Con el horizonte aclarado, una escultura se alzó ante mí en medio del camino. La música sonó altiva y grande, teñida de madurez. Mi corazón latió a su compás, buscando los ojos de la imagen erguida ante mí. De las cenizas de unas viejas lágrimas, había nacido una mirada de fuego. Curtido por la guerra y con la paz largo tiempo añorada, me reconocí en aquella piedra labrada. Cuando dejé atrás la estatua, reinó el silencio. Al final del camino, aguardaba una vida por vivir. Era un renacer ya decidido. Un arquero y sus alas de cera. Debía ser yo.

PD. No perdáis el tiempo intentando reconocer a la portadora de la capa. Sois todos vosotros. Gracias por remolcarme. :)

diciembre 29, 2008

Australia

Si el cine fuera una subasta popular, sería razonable pensar en la voz de Baz Luhrmann irrumpiendo con una oferta inigualable por el derecho a rodar una epopeya. Tras fracasar su sueño de llevar a Alejandro Magno al cine, el director de Moulin Rouge eligió su Australia natal para afrontar el que parecía ser el gran desafío de su carrera.

Australia, al igual que la película a la que da nombre, emerge en los mapas como un monumento colosal, vasto y solitario. El mero deseo de abarcarla llevaría a cualquiera a pensar en una aventura larga, exigente y agotadora. En la película de Luhrmann, Australia es presentada como una tierra salvaje, hermosa y deslumbrante, en la que los aborígenes y el hombre blanco parecen luchar en el paisaje como la naturaleza y las ciudades. Tal inicio, rodado con la traviesa cámara de Luhrmann, que se aleja y acerca de la imagen con el dinamismo característico del director, hace pensar en una epopeya diferente, seguidoras del estilo que hizo de Romeo y Julieta y Moulin Rouge dos obras tan distintas y brillantes en sus géneros. Desgraciadamente, dos horas y media más tarde, nos descubrimos fatigados en nuestras butacas, desgastados por la grandilocuencia de una obra que, entre sus innumerables guiños a otros films, se ocupa ante todo de homenajearse a sí misma.

Cuando uno se enfrenta a la proyección de una aventura épica, es inevitable pensar en Titanic. Tras ver cómo el megalómano tesoro de James Cameron sigue resistiendo el paso del tiempo, uno asiste con dramatismo a la facilidad con la que Bazz Luhrmann equivoca casi todos los pasos acometidos en su película. Tras algo más de una hora prácticamente impecable, llena de agilidad, socarronería, espectacularidad y belleza, el director australiano entrega su obra al desconcierto y la dispersión, presentando mil puntos de atención (la Segunda Guerra Mundial, la falta de derechos de los aborígenes, el racismo, la inevitable historia de amor) sin lograr salir airoso de ninguno, rozando el ridículo en una incomprensible obsesión por ralentizar los primeros planos de Huck Jackman y permitiendo, tristemente, que uno acabe con pocas ganas de tomarse en serio una película que, a buen seguro, ha quitado muchas horas de sueño a su creador.

Titanic relativizó sus tres horas, en un meritorio crescendo dramático, logrando que sus personajes jamás sucumbieran a la contundencia del drama que les rodeaba. Australia adopta la estrategia contraria y, tras una prometedora puesta en marcha, convierte su metraje en un decrescendo que tira por tierra casi toda su presunta magia. Australia puede sobrevivir merced al nombre de sus estrellas, la simpatía del pequeño Nallah y la incontestable belleza de sus imágenes, pero creo sinceramente que Luhrmann debería sorprender al mercado del DVD y obsequiarnos a todos con una versión que termine con la escena de la entrada de las reses en Darwin. Para hacer honor a Australia, no eran precisas casi tres horas de metraje, ni siquiera invocar constantemente al Mago de Oz para forzar el encanto. Bastaba con haber recordado que una pócima de magia siempre será más deslumbrante que un oceano de nada.

diciembre 28, 2008

Tierra Santa

Uno desearía que las crónicas sobre el ataque que Israel lanzó ayer sobre la magullada franja de Gaza fueran parte de las bromas del día de los Santos Inocentes. Desgraciadamente, son el enésimo capítulo de un conflicto que lleva latente demasiados años. Si queréis que refleje mi opinión sobre lo acontecido, os diré que me resulta prácticamente imposible pronunciarme. No entiendo el por qué de las provocaciones de Hamas, pero tampoco logro entender el por qué de la desproporcionada respuesta israelí. La Comunidad Internacional, como siempre en estos casos, ha reaccionado con comunicados vacíos, poco comprometidos, pretendiendo que cinco escasas líneas sirvan para arrojar la luz que no han traído varias décadas de lucha sin cuartel. "Arreglen sus problemas como mejor les convenga, pero arréglenlos". Mi humilde opinión es que este problema, considerado en el contexto actual, no tiene solución.

Israel y Palestina son protagonistas de una guerra que, a base de cobrarse vidas, ha derivado en el manantial del que nace un enorme río de odio que oculta sus orillas en la penumbra. El odio, como sentimiento irracional, hace imposible cualquier solución al conflicto. La paz, como bien expone un artículo publicado hoy en el diario El País, implica ante todo una renuncia. Firmar un manifiesto de paz, tras más de medio siglo de batalla, significaría que una de las dos partes, sino las dos, debería dar un paso atrás en sus pretensiones, incitar a los suyos a borrar la sangre del pasado, e invitarles a convivir en paz. Tales motivaciones caben en tres líneas, pero se dispersan como granos de arena al pisar lo que en otros tiempos fue Tierra Santa. Allá donde nació Jesús, hoy corre la sangre de muchos inocentes. No seré yo quien caiga en la tentación de dar la razón a una de las dos partes. Ambos podrían convencerme en una conversación, ya fuera compartiendo un té o una ración de Shawarma, pero es inútil obligarles a entenderse entre ellos, cuando la sangre del pasado marca todos y cada uno de sus enfrentamientos, y ninguno de los dos es capaz de ceder un sólo milímetro.

Hoy, la burbuja de Occidente se rompe para recordar que Gaza sigue siendo escenario de un conflicto en el que el terror preside el día a día de mucha gente, y que puede desencadenar una serie de acontecimientos capaces de avivar, más si cabe, las llamas del terrorismo islámico. Ayer, cayeron civiles en un irresponsable ataque de Israel, que se sacudió a sus enemigos con la contundencia con la que una manada de lobos atacaría un corral de ganado. Otro día, cambiaremos de bando para contarles que un suicida habrá hecho saltar por los aires la vida de otros tantos. Es normal que la Comunidad Internacional reciba con indignación actos como el de ayer, pero está por ver si es capaz de intervenir en el conflicto con responsabilidad, imparcialidad, y sentido de la justicia. Israel se ha librado ya de demasiadas sanciones, y ha demostrado al mundo que es incapaz de resolver los problemas que afectan a sus dominios. Intervenir debería equivaler a disponer una mesa en la que todos tengan sitio. No será fácil, y menos con el integrismo islámico de por medio. De hecho, a día de hoy, es imposible. Es fácil presagiar que lo de ayer tendrá respuesta, y parece más urgente pensar en elegir un sendero para intentar entender lo que ocurre realmente en Oriente Medio, que en los futuros castigos a los que sean señalados como culpables.

Feliz día de los Santos Inocentes.

diciembre 25, 2008

El Mejor Cine de 2008

Habiendo sido 2008 un año privilegiado para los amantes del cine, se hace difícil ofrecer a los lectores de este Blog un informe sobre los que, para la humilde opinión de quien escribe, han sido los films más destacados del año que está próximo a expirar. La calidad de los estrenos ha hecho que hayan sido muchos los títulos merecedores de ser mencionados, pero debéis entender que ha sido tarea imposible incluirlos a todos. Así, han quedado fuera, entre otras, la hilarante originalidad de Rebobine por Favor, la fantasía de Sweeney Todd, el encanto de Juno, la solidez de Pozos de Ambición, la inclemente dureza de Gomorra, la dulzura de My Blueberry Nights, o la brillantez de El Caballero Oscuro. Por no mencionar obras tan necesarias como La Cuestión Humana. Podría perder el tiempo ofreciendo razones, pero creo que es mejor pasar a las diez más sólidas de las que dispongo. A continuación, las mejores películas del año 2008. (*)

1 - 4 Meses, 3 Semanas, 2 Días (Cristian Mungiu)

Como portador de un grito perdido en el tiempo, Cristian Mungiu ha sorprendido al mundo con un desasosegante relato sobre un aborto en la Rumanía de los años 80. Ganadora del Festival de Cannes del año 2007, 4 Meses, 3 Semanas, 2 Días es un grito contra la represión, una obra valiente y, ante todo, una inolvidable lección de cine.

2 - WALL-E - Batallón de Limpieza (Andrew Stanton)

El inabarcable talento de la factoría Pixar lleva años poniendo patas arriba el cine de animación. 2008 ha traído la que, tal vez, sea su gran obra. Wall-E, desde su arriesgado homenaje al cine mudo (y al cine en sí mismo), constituye una obra de arte inolvidable. Con herederos tan capaces como estos, Walt Disney puede descansar en paz.

3 - No es País para Viejos (Ethan & Joel Coen)

Los Hermanos Coen volvieron a la América profunda para adaptar la obra de Cormac McCarthy. El resultado es una película descomunal y rotunda. Un nuevo clásico que, con gran merecimiento, recibió el Oscar a mejor película en el mes de marzo, y que permitió el lucimiento de un Javier Bardem que bordó la mejor interpretación de su carrera.

4 - Antes que el Diablo Sepa que has Muerto (Sidney Lumet)

Sidney Lumet volvió del pasado por la puerta grande, y lo hizo rodando una de las películas más difíciles y perturbadoras de los últimos tiempos. Tomando como partida un lamentable homicidio, Lumet hace saltar por los aires la idea de familia, y ofrece una desoladora reflexión sobre la indómita naturaleza de las personas.

5 - Luz Silenciosa (Carlos Reygadas)

El término pretencioso suele tener un uso peyorativo, incluso cuando a artistas se refiere. Al mexicano Carlos Reygadas se le ha tratado muchas veces de pretencioso. Si es para ofrecer obras tan desconcertantes, inclasificables y bellas como Luz Silenciosa, la pretenciosidad de Reygadas debería ser desde ya patrimonio de la humanidad.

6 - Las Horas del Verano (Olivier Assayas)

Da la sensación que Europa vive tiempos de desencanto, dirimiendo si quiere adaptarse a la Globalización o agarrarse a unas raíces que parecen morir. Olivier Assayas explora, con una mirada triste y nostálgica, el valor de los recuerdos, el cruce generacional, y la naturaleza de la realidad que nos rodea. Una obra magnífica para la reflexión sobre nuestros días.

7 - Tropic Thunder (Ben Stiller)

Reforzando la teoría sobre la Edad de Oro que parece estar viviendo la comedia americana, Ben Stiller ofrece una sátira brillantísima sobre el mundo del cine. Tomando como punto de partida el improbable rodaje de una película bélica, en pantalla confluyen algunos de los mejores diálogos y personajes del año. Para el recuerdo el monólogo de Robert Downey Jr. acerca de las películas sobre "retrasados".

8 - El Viaje a Darjeeling (Wes Anderson) / Margot y la Boda (Noah Baumbach)

Puesto compartido por dos obras inclasificables, pero igualmente brillantes. Anderson se consolida como uno de los nombres a tener en cuenta en los próximos años, dando continuidad a su extraño pero hipnótico estilo. Baumbach, por su parte, ofrece uno de los relatos más incómodos del pasado año, explorando a través de Nicole Kidman los lados más oscuros del ser humano.

9 - El Incidente (M.Night Shyamalan) / La Mujer Rubia (Lucrecia Martel)

La última película del director de El Sexto Sentido confirma su innegable capacidad para crear misterio, así como la importancia del cineasta hindú en el cine contemporáneo. Obra lúcida, impecable y valiente sobre nuestros miedos, así como de nuestro irreversible caminar hacia la nada. A su lado, la extraña película de la argentina Lucrecia Martel, una obra cuyos primeros pasos parecen sacados de la esencia de Mulholland Drive, y que confluye en un fantasmagórico caminar por los senderos de la culpa.

10 - Aleksandra (Aleksandr Sokurov)

Aleksandr Sokurov camina, bajo el aspecto de una anciana, entre chechenos y soldados rusos para encontrar respuestas a una de las más agotadoras guerras de los últimos tiempos. El resultado es un relato austero y conmovedor, pero también un necesario canto a la paz y la libertad.
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(*) Conviene aclarar que la confección de esta breve lista ha tenido en cuenta el año de estreno de las películas en España, y no el de su producción.

diciembre 19, 2008

Econópolis 2.0. - Crisis y Dinero Virtual

La crisis financiera que sacude los estamentos economicos mundiales podría traer consigo, en un hipotético entorno autocrítico, una oportunidad única para arrojar luz sobre los mecanismos subterráneos que, bajo el prisma cegador que han otorgado los grandiosos beneficios recogidos durante la etapa de bonanza, han extendido sus redes con la complacencia y pasividad de los estamentos de control. Pongamos como caso la popular estafa de Bernard L. Madoff, ya conocida como el mayor fraude financiero de la historia, y que parece haber supuesto el golpe de gracia a la resentida estructura monetaria de Estados Unidos. Este fraude no es tan grave por el importe afectado (50.000 millones de $ que pueden ya darse por perdidos), como por la plasmación irrefutable de la ilegalidad y la desconfianza como dos de los motores de la crisis contemporánea. Destapar asuntos tan preocupantes como éste trae consigo muchas preguntas sobre las políticas de control practicadas estos años, sobre el real alcance de la crisis que nos ocupa, y sobre la incomprensible ignorancia de las instituciones ante las debilidades del sistema. Una pregunta surge obligada entre las fibras de este razonamiento. ¿No se veía realmente, o no se quería ver?

La pregunta más dramática que se hace cualquier inversor o ahorrador, actualmente, es si el dinero que le aseguran que tiene en su cuenta o fondo existe realmente. Hay una sensación extendida acerca de la virtualidad del dinero. Todos vemos cada día como se mueven ingentes cantidades a través de transferencias, aportaciones a fondos, traspasos y millones de movimientos de dinero virtual. El ciudadano de a pie empieza a preguntarse si bajo esas órdenes electrónicas hay dinero real. Dicho en otras palabras. ¿Ha crecido la economía mediante el pago de dinero real? Dudar ante la respuesta haría temblar cualquier estamento. Hay quien dice que el caso Madoff ha afectado, ante todo, a grandes fortunas, pero nadie debe olvidar que su negocio virtual tenía como partícipes, entre otros, los fondos de pensiones de varias gestoras. ¿Qué garantías puede tener un ciudadano sobre la solvencia y seguridad de sus ahorros cuando la primera economía mundial no es capaz de detectar tamaño fraude?

La crudeza de los números ha destapado las alarmas, y el sistema financiero debería empezar a asumir que debe replantear el modelo entero para volver a resucitar. Detecto gran prisa por superar esta crisis, por arreglar unos números que parecen importar más que lo que se esconde detrás de ella. Es por ello que hablaba de hipotético entorno autocrítico. ¿Será capaz el Mundo industrializado de hacerse preguntas reales, y replantearse un modelo que, cuando ha reventado, amenaza con dejar un panorama mucho peor que el inicial, o se conformará con forzar la bonanza de unos números que, tras su naturaleza virtual, permiten situaciones como la vivida con el escándalo Madoff?

Una reflexión demagógica para terminar. 2 terceras partes del mundo pasan hambre. Hay países en los que la crisis es sólo una palabra lejana. Eso ya lo escondía el modelo económico cuando las cosas "iban bien". Ahora que van mal, el hambre ya tiene compañía, y ésta se llama crisis.

diciembre 15, 2008

My Blueberry Nights

Si la virtud de ser delicado requiriera esfuerzo, es probable que la delicadeza desapareciera arrastrada por la primera gota de sudor. Tal vez sea por ello que las noches con sabor a arándano que comparten Norah Jones y Jude Law en My Blueberry Nights, lleven el fino traje de la discreción.

My Blueberry Nights llega con cien años de retraso a nuestro país, merced a una inexplicable y desastrosa política de distribución, para dar tregua a los buscadores de rarezas y causas perdidas en Internet, y otorgarles la posibilidad de ver en el cine la última obra del inclasificable Wong Kar-Wai. Precedido por las aclamadas Deseando Amar y 2046, el resultado del aterrizaje del director chino en América puede llamar la atención por su aparente austeridad. Lejos de las obsesivas historias de amor que guiaban su carrera, Wong Kar-Wai se inclina por seguir el sendero de una joven desengañada, necesitada de una caricia en el pelo mientras vé lo que le rompió el corazón, pero también de recorrer Estados Unidos para descubrir quién es. Así, por el camino, la arrebatadora Norah Jones irá encontrándose a gente tan dispar como un extraño príncipe azul (Jude Law) que guarda las llaves dejadas por la gente en su bar; una ex-pareja en la que el alcohol media como juez del olvido; o una fría jugadora de poker (Natalie Portman) derrotada por la debilidad de su impecable sonrisa. Todos distintos e inspirados en sus interpretaciones, pero con la soledad como lugar más común de sus castigadas vidas.

A pesar de que la sencillez domina la esencia del relato, no debemos obviar que Wong Kar-Wai sigue siendo un riguroso creyente en la estética, y cuida la presentación de sus obras como si de un cuadro se tratase. Así, My Blueberry Nights está envuelta en una hermosa puesta en escena, en la que la fotografía se llena de luz y tonos cálidos, convirtiendo el metraje en un dulce pastel de mil colores y una gozada para la vista. Bien es cierto que la tendencia del director a enfatizar y ser ligeramente ostentoso aparece en algunos planos, y no siempre de forma necesaria, pero sería injusto no reconocer la mesura que rodea la película.

Hablé al principio de delicadeza, y a ella me vuelvo a referir para cerrar esta crítica. My Blueberry nights es a 2046 lo que una sonrisa a una estruendosa carcajada. Algo pequeño, invisible, que necesita ser visto para existir. Es también una inmensa reunión de gente sola, que encuentra la paz en el silencio, la mirada, el sabor de una tarta de arándanos, y un beso imposible con el que comenzar un nuevo día.

diciembre 14, 2008

Morir de Pie

Anoche, Barcelona vivió una batalla desigual en la impecable pradera que sostiene el Camp Nou. A un lado, una tropa hermosa, vigorosa y demoledora llamada F.C. Barcelona. Al otro, once portadores de ropas gastadas, heridas sin curar y aspecto de derrota. A estos últimos les llamaban Real Madrid. Dicen que el choque duró noventa minutos, pero yo juraría que en el césped se enfrentaron todos los segundos vividos por dos instituciones tan distintas como apasionantes. Real Madrid y Barcelona han sido, son y serán los enemigos por antonomasia. Cuando se enfrentan, el mundo se detiene, y aun con el paso de los años uno no sabe muy bien por qué.

Como decía, ayer era uno de esos partidos en los que las crónicas estaban escritas por adelantado. El imbatible Barcelona salió con el partido ganado, y sólo tenía que preocuparse cómo y cuando imponerse. Inesperadamente, los madridistas se negaron a entregarse antes de luchar, rompieron sus camisetas y dejaron que sólo el escudo protegiera sus desnudos torsos. Con mirada desafiante, cogieron los cañones del Barcelona y le retaron a disparar. El Real Madrid se agarró al orgullo, y peleó cada centímetro del campo como si fuera el último rincón del mundo en libertad. Aguantó ochenta minutos eternos, obligando al Barcelona a dudar de sí mismo, asustando a los suyos y silenciando una ciudad entera. Al final, el Real Madrid perdió. El Barcelona era mejor, y a pesar de la desasosegante pelea blanca, no hubo lugar para la heroicidad. Pese a ello, sí hubo gloria en una de las más elegantes derrotas que yo haya visto en mi vida. Si lo de ayer es morir, que todos los poemas hablen de muerte.

diciembre 08, 2008

Miradas Huidizas

Reparé en ella a pesar de que su voluntad era pasar desapercibida. Entró en el vagón, y se situó a mi lado, inmóvil, descansando su espalda contra la puerta. Por sus rasgos, pude deducir que era extranjera. Su vestimenta era sencilla, aunque pulcra. En su mano llevaba una pequeña caja, llena de mecheros y paquetes de pañuelos de papel. Al iniciarse el andar del metro, la joven dio un paso hacia delante, pasó por mi lado, y se detuvo a un par de metros a mi izquierda. Observé como cerraba los ojos, tomaba aire y se preparaba para hablar. Su voz escondía timidez, pero fue valiente para decir lo que nosotros no querríamos decir nunca. Que estaba desesperada, que tenía dos hijos, y que necesitaba ayuda. Que vendía mecheros y pañuelos de papel al precio de la voluntad. Algo me hizo pensar que decía la verdad.

De pronto, la joven retrocedió, miró alrededor, y se dirigió al otro extremo del vagón. Empezó a caminar entre la gente, ofreciendo su humilde mercancía. Sus palabras eran contestadas por miradas que caían al suelo. Ya sea por culpa o cobardía, nadie la miró a los ojos. Se detuvo antes de lo previsto, derrotada, quedándose junto a la puerta, para salir al andén. No llegó hasta donde me encontraba. Ahora me arrepiento de no haber dado yo unos pasos para darle una moneda. Recuerdo que cuando ella abandonó el vagón, la gente volvió a sus estúpidas conversaciones, con el alivio del que suelta el aire largos segundos retenido. Si tan convencidos estabáis de que mentía, ¿por qué huyó de sus ojos vuestra mirada?

Arquero Urbano

diciembre 07, 2008

Facebook, el museo de lo cotidiano

La primera vez que me hablaron de Facebook, me dijeron, textualmente, que se trata de una comunidad creada en Internet donde se puede localizar a gente de la que no sabemos nada hace mucho tiempo. Sencilla e injusta definición para tan basto universo. Yo definiría Facebook como un virtual museo de lo cotidiano, entendiéndose este adjetivo como el enfoque que queremos enseñarle al mundo de nuestra rutina. Dicho de otra forma, Facebook es un entorno en el que seleccionamos lo que queremos mostrar de nuestra vida y, naturalmente, a aquellos con quienes queremos compartirlo.

Una de las herramientas más populares de Facebook es el buscador. Mucho se ha hablado acerca de la peligrosidad moral que encierra esta herramienta, por cuanto pone un precio barato a la intimidad de cada uno, aunque mí me interesa mucho más la naturaleza de las propias búsquedas. Normalmente, se utilizan para localizar a aquellas personas a las que hemos perdido el rastro hace tiempo, interesándonos de forma benévola por su situación actual. Haré un alto en el camino. Pensemos un segundo en la selección natural, y aferrémonos a ella para lanzar al aire una reflexión. Si los dinosaurios fueron elegidos para desaparecer, ¿No pasa lo mismo con aquellos que fueron nuestros amigos pero, un día, dejaron de serlo? ¿Debemos emular a Michael Crichton y devolverlos a la vida, 65 millones de años después, o simplemente aceptar que las personas aparecen en nuestras vidas, sin estar todas obligadas a permanecer?

En Facebook, encontramos a personas con listas de amigos apabullantes. Decenas, centenas, miles, millones de amigos. Es posible que haya comenzado una competición subterránea para ver quién es capaz de reunir a más gente en su agenda. Más que de una lista de amigos, hablamos de un interminable álbum de fotos de gente que ha aparecido en algún momento en nuestra vida. Aquí entra la curiosidad mórbida del ser humano. ¿Nadie se ha parado jamás a pensar qué habrá sido de aquel chaval con el que jugábamos a fútbol en el recreo, o de aquella chica que se convirtió en la primera que nos robó el corazón? Facebook es la herramienta perfecta para compararse con los demás, y medir el efecto de las decisiones tomadas hasta el día de hoy. Ver el perfil de otras personas puede llevarnos a replantearnos todos los pasos dados hasta hoy. Podemos encontrarnos con gente feliz, casada, sonriente, con niños, un perro, un jarrón chino en el salón y muchas flores en el jardín. ¿Es usted el que mira la foto o el que la exhibe?

Hemos hablado del perfil, pero no nos hemos detenido. El perfil reúne todo aquello que queremos mostrar al personal. En él, nos presentamos, y hablamos de temas tan interesantes como nuestra situación sentimental, nuestros gustos y nuestras inquietudes. Es el resumen del libro de nuestra vida. El que lo lea y no nos conozca, tendrá una pista para saber si quiere comprarlo o no. Un tema que merece ser tratado es la foto que exponemos en portada. Para aquellos a los que la vida ha tratado bien, sugiero una en primer plano, sonriendo si es posible, para levantar envidias. A los que no puedan decir lo mismo, no hay problema. Foto alejada, en un paraje extraordinario. Que se note que hemos viajado en estos años, aunque sea una vez. Analizando casos reales, observo que la gente es muy cuidadosa con la imagen elegida. Poses indisimuladas, toques artísticos, sonrisas inmaculadas. La mejor versión de cada uno, pues para algo podemos elegir. Ya que nos buscan, que nos vean, y que nos vean bien. Que se torturen viendo lo guapos que nos hemos vuelto. Que sufran. Que padezcan.

Termino ya con Facebook, mediante tres reflexiones,

1 - Si usted tiene amigos a los que no quiere mezclar, no se registre. O regístrese dos veces, sin permitirse ningún error.

2 - Lo más adorable de Facebook es la impúdica exhibición freak que nos permite. Podemos hacernos fans y seguidores de todo lo imaginable. Si quieren gritar su amor por los Conguitos, la música de Parchís, o el lanzador de pompas de jabón, no se corte. Su alma gemela habrá creado un grupo de seguimiento, y estará encantado de acogerle. Y si no existe el grupo, créelo. Alguien se lo agradecerá.

3 - El muro de Facebook es el tablón de teletipos más perfecto jamás creado. Usted será informado de todo lo que hacen sus amigos. Y cuando digo todo, es todo.

Se me olvidaba. Si quiere que le agregue, dígamelo.

diciembre 05, 2008

Entrelazados

Debo deciros que desconozco el significado de la envidia sana. Es por ello que no sé si lo que he sentido esta tarde es envidia sana, o pura envidia. No me preguntéis la diferencia, porque la desconozco.

La escena fue breve, de mirada rápida o adiós. La contemplé a través del oscurecido cristal del autobús, mientras giraba en una rotonda para enfilar la calle de la biblioteca. Una pareja caminaba tranquila, muy cerca el uno del otro. Él señalaba el horizonte con su mano. Ella, asentía a su lado, con expresión sosegada. Tal vez hablaran por hablar, por rellenar el tiempo. Antes dije caminar, pero permitidme aclarar que paseaban. Lo que llamó mi atención fue cómo cayó la mano. Lo hizo con ligereza y sabiduría, segura de encontrar a su compañera al final del salto. Bastaron unos segundos para ver cómo los dedos se entrelazaban con la naturalidad con la que los árboles lloran hojas en otoño. Un instante después, los perdí de vista. Miré hacia atrás, pero sólo encontré vacío. Tal vez sería arriesgado decir que eran felices con tan poca información, pero he de decir que sentí envidia. Sana o insana, era envidia.

Arquero Urbano

diciembre 02, 2008

El Error de George W. Bush

El día en que George W. Bush decidió acometer la invasión de Irak, olvidó que en la sagrada jerarquía que rige los derechos humanos, el primero de ellos es el derecho a la vida. No se entiende, de lo contrario, que el todavía presidente de los Estados Unidos hable de tal conflicto armado como de un simple error de gestión. En marzo de este mismo año, las cifras de muertos rondaban, según las estimaciones más bajas, los 82.000 ciudadanos iraquíes. Otros informes llegaban a los 600.000. Habría que sumar los 4.000 soldados americanos caídos en combate. Muchas vidas para hablar de un simple error, y para tratar de quedar impune ante un Mundo que debería exigir un castigo.

Volver cinco años atrás representaría un ejercicio imprescindible para cualquiera de nosotros. Ya advertimos en un artículo pasado que el Mundo estaba demasiado preparado para "acordarse de olvidar" hechos como los acontecidos en el país asiático. Es un ciclo que se repite con demasiada frecuencia. Primero, la sorpresa. Después, la indignación. Más tarde, el hastío. Por último, el olvido. Normalizamos las noticias, interiorizándolas en nuestro interior como acontecimientos puramente normales, propietarios del día a día como el levantarse y el dormir. Si uno pone el informativo, y escucha que en Irak ha habido un atentado, o en África un nuevo conflicto armado, el gesto es tan indiferente que da miedo. No sé si hablar de lejanía, de hedonismo, o de descorazonadora normalidad, pero los humanos olvidamos cada día aquello que nos hace clamar por la justicia en el Mundo. Si somos capaces de permitir que un informe erróneo de la inteligencia americana cueste tantas y tantas vidas sin hacer nada al respecto, estaremos olvidando por qué estamos aquí, si es que los que vivimos en este Mundo estamos para algo más que para vivir por y para nosotros.

Lo que diferencia el conflicto de Irak del resto es que fue decidido unilateralmente por países ajenos al alcanzado. Un día, alguien tuvo la idea de penetrar en tierras extranjeras, por la fuerza, bajo la coartada de llegar en nombre de la paz con el fin de instaurar la democracia y librar al mundo de una amenaza sin igual. Bastó una foto y unas reuniones de gala para formalizar una guerra a la que yo preferiría llamar invasión. No sé qué derecho les legitimaba, pero lo hicieron. Cinco años después, Irak es un país arrasado, sin control, y me atrevería a decir que más peligroso que el que se encontraron los soldados americanos a su llegada. ¿De qué ha servido todo esto? ¿En nombre de qué ha muerto tanta gente? ¿Basta con reconocer un error cinco años después para enmendar esta desgracia?

Seré breve, para terminar. Pido, en mi propio nombre, la presencia de George W. Bush y sus aliados ante el Tribunal Penal Internacional, respondiendo como partícipes de crímenes de guerra.